Proverbios 22, 6
Educar es una misión noble que cumplimos en distintos ámbitos de la vida. Los padres, los maestros, los hermanos y los referentes de todo tipo, instruyen pero sobre todo inspiran a quien los escucha, e influyen en el camino que van a elegir.
Tenemos en la Biblia el mejor ejemplo de maestro: Jesús, que, cuando eligió a los 12 apóstoles, comenzó una instrucción ardua, constante y precisa. Pero no lo hizo desde detrás del escritorio, sino viviendo junto a ellos, de día y de noche, forjando así a los primeros líderes de la Iglesia.
Enseñar algo a otra persona a veces es difícil: cuesta que alguien cambie sus hábitos. Por eso es importante aprovechar el tiempo con quienes nos siguen y acompañarlos siempre. Pero además recordar que tambien nosotros estamos aprendiendo siempre, y que por eso no podemos perder esa actitud que tienen los niños de escuchar, poner en práctica los consejos de los que saben y dejarnos guiar por quienes nos quieren. ¿Hacemos eso nosotros con Dios?
Jesús nos enseña cómo enseñar: siempre desde el amor, lo único capaz de cambiar un corazón. Pero solo con un corazón dispuesto, también podremos recibir